Durante muchos años, el concepto de inteligencia se ceñía al indicador de Cociente Intelectual (CI) de cada individuo, es decir, las cualidades cognitivas que permiten llegar a razonamientos más o menos elevados y con mayor precisión en los enlaces de ideas. Sin embargo, el ser humano es más complejo.
A lo largo de mucho tiempo se observó cómo hay una gran cantidad de personas con CI elevado e incluso con Altas Capacidades que no encuentran su lugar en la vida o en la sociedad, y que no ocupan los puestos de trabajo más destacados.
Es entonces cuado llego a la neuropsiquiatría el concepto de Inteligencia Emocional y se estudió su importancia y las grandes implicaciones que tiene a la hora de vivir en sociedad, tener relaciones duraderas o empleos estables. En la actualidad, hay grandes expertos en este ámbito, como es el caso de Elsa Punset, que nos habla de cómo desarrollar la inteligencia emocional en los niños.
La inteligencia emocional es la buena gestión de los sentimientos, tanto los propios como los de las otras personas. Teniendo una buena base en esta importante cualidad, se opera con una mayor empatía en la sociedad y se alcanzan índices de felicidad mucho mayores.
Expertos como la conferenciante y filósofa Elsa Punset trabajan en la inteligencia emocional de los niños porque es algo que se puede aprender y desarrollar desde la infancia. Esto permite a los más pequeños reaccionar de la manera más adecuada ante los estímulos externos o internos, además de convertirse en adultos más funcionales.
Además, esta forma de inteligencia tiene una gran implicación en los menores que conviven con el TDAH u otros trastornos, pues a menudo tienen problemas para relacionarse con sus entornos y comunicarse de una forma asertiva.
Las bases de la inteligencia emocional en los niños y, más adelante, en los adultos, son las siguientes:
En los niños, las habilidades mencionadas anteriormente se manifiestan de una manera diferente que en los adultos y también la carencia de las mismas. El modo de expresión de los más pequeños suele implicar las rabietas, los gritos o las lloreras cuando son incapaces de gestionar un estímulo emocional que disgusta o se ven incapacitados para ponerse en el lugar de los otros.
Para enseñar inteligencia emocional a los niños es relevante que estos cuenten con un referente y naturalicen este tipo de conductas favorables. Por lo tanto, serán los padres los primeros que tendrán que ponerse al día con estas habilidades para que sus hijos los tomen como ejemplo.
En casa es en el sitio en el que se expresan las emociones y se ponen los nombres a los sentimientos por primera vez, costumbres que los niños adoptan y se quedan para su futura habilidad social y gestión emocional. Cualquier conflicto en la casa, con los niños, los hermanos o entre la pareja, conviene que sea resuelto haciendo uso de una buena autorregulación emocional, buenas dosis de empatía y comunicándose de manera afectiva. Este comportamiento es el que los pequeños van a ir replicando en su desarrollo y posteriormente integrarán en su vida adulta.
Trabajar la inteligencia emocional en los niños es una carrera de fondo que puede durar muchos años y que debe ser firme. Con el paso del tiempo, los más pequeños se van topando con nuevas emociones que no concones y que los padres, educadores, o adultos responsables deben explicarles de la mejor manera posible.
Hay algunas herramientas especialmente interesantes para trabajar la inteligencia emocional en la infancia y son las siguientes:
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