Son muchos los cuentos infantiles que han deleitado a niños y niñas de todo el mundo, generación tras generación. Sin dudas, entre esos relatos imprescindibles se encuentra la historia de Las zapatillas rojas. Este es uno de los clásicos de la literatura infantil que, como muchas de estas historias, han sido versionadas una y otra vez, tanto en la literatura como en el cine.
Pero el creador original de esta historia es el escritor danés Hans Christian Andersen, autor de muchos otros relatos destinados al público más joven.
La primera aparición de Las zapatillas rojas fue en el año 1845, como parte de una colección integrada por otros cuentos de hadas. A partir de entonces no se dejó de reeditar esta historia, que atrapó desde el primer momento la atención de niñas y niños.
Pero, ¿qué cuenta Las zapatillas rojas? Pues se trata de la historia de una niña muy pobre que andaba sin zapatos porque no tenía dinero para comprarlos. Por caridad una anciana se hace cargo de ella, pues la niña es huérfana. A la niña le fascinaba bailar, así que, con la ayuda de la anciana, la niña logra comprarse las zapatillas de su agrado. Las zapatillas rojas que se compró la niña eran muy lindas y a todo el mundo le llamaban la atención, aunque la anciana la tildaba de frívola. Pero las zapatillas resultaron ser mágicas y obligaban a la niña a bailar constantemente mientras las tuviera puestas.
Entre las tantas versiones de esta historia destaca el filme británico del mismo nombre, producido en el año 1948. Claro que del cuento original a esta versión va un largo tramo, ya que en esta historia la protagonista es una bailarina profesional que destaca dentro de una compañía y que se debate entre dos amores. Esta se convirtió en una película de culto.
Por supuesto que el mercado ha sacado provecho de esta historia, y actualmente nos podemos encontrar el relato de Las zapatillas rojas en muchísimos formatos. Uno de los más atractivos es, sin dudas, el de minilibros, pues se trata de pequeñas joyitas que incluso pueden ser coleccionables. Otro de los soportes que más les llama la atención a los niños es de puk, es decir, libros que al abrirse se despliegan figuras que parecen salir del libro.
Uno de los formatos que se ha usado para replicar esta historia es el audiolibro. Este es un formato muy común para las historias infantiles, pues se les agrega música y la voz de un narrador o narradora las hace más agradables. Por supuesto que Las zapatillas rojas no ha escapado a estas nuevas maneras de contar, lo cual está muy bien porque lo más importante es difundir la historia.
El libro digital es otra de las variantes modernas de la literatura. Y es que en estos tiempos resulta mucho más cómodo leer en un Tablet que en un libro de papel. Las zapatillas rojas se ha difundido de todas estas maneras, incluso se ha llevado al teatro, a la animación y a funciones de títeres.
Si preguntamos a varias personas como han conocido esta historia seguramente nos darán respuestas diferentes y quizás hasta desconozcan el origen del relato. Eso les ocurre a menudo a los clásicos, que se enraízan tanto que pierden hasta su punto de partida.
Cada quien elige cómo acercarse a una historia. Pero en el caso de los cuentos infantiles no hay dudas de que la mejor manera que hay de contar un cuento a un niño o niña es leerle antes de irse a dormir. A veces lo tradicional es lo más efectivo. Leer un cuento por la noche es una costumbre que ha llevado a muchos niños por el camino de la lectura. Las zapatillas rojas es una de esas historias que bien puede ser un punto de partida para entrar en ese mundo mágico que es la literatura, un mundo al que se entra y ya nunca se vuelve a salir. Un no retorno.
Hans Christian Andersen es el autor del cuento Las zapatillas rojas. Esta historia infantil encierra importantes lecciones para los niños. Karen, la protagonista, es el eje central en torno al cual giran los acontecimientos. Conoce los detalles de este cuento tradicional.
Karen es el nombre de una niña que vivió hace muchos años en el seno de una familia muy humilde. Esta pequeña amaba la danza pero como sus padres no tenían dinero no podían comprarle unas zapatillas de baile rojas, su mayor sueño.
Poco tiempo después la madre de Karen murió y ella fue acogida por una señora adinerada, muy amable. Cuando llegó el momento del bautizo de la niña, su tutora le comentó que le compraría un par de zapatos para la ceremonia.
Cuando Karen recibió el dinero para esa propósito, en lugar de comprar el calzado adecuado, compró sus añoradas zapatillas rojas, sin consultarle a la señora pues esta era débil visual y no advertiría el cambio.
Al llegar a la actividad todos se escandalizaron por el color de sus zapatos y le comentaron a la señora, quien de inmediato recriminó a Karen.
-Niña, has actuado guiada por la vanidad y la coquetería. Debes saber que ninguna de esas cualidades será buena para ti.
Al cabo de unos meses la señora murió y para asistir al funeral, Karen, se puso sus zapatillas rojas. Consciente de que no era correcto, las tomó e introdujo sus pies al tiempo que se dijo:
-¡Con ellas me veré muy elegante!
En el funeral sus zapatos llamaron la atención a un anciano que se acercó a Karen y se brindó para limpiarlos. La niña se sintió alabada y consideró que con un poco de brillo se verían mucho mejor, de manera que accedió.
Sin embargo, el señor tenía poderes mágicos y ordenó a las zapatillas que bailaran si parar y no se soltaran. Y así sucedió. Cuando Karen salió de la iglesia sus zapatos cobraron vida y comenzó a bailar sin poder detenerse.
Por mucho que intentó soltarse los zapatos, Karen no lo logró. Pasaron varios días y su cuerpo no se detenía. Entonces se sintió sola y recordó a la buena señora a la que engañó para obtener las zapatillas. ¡Se sintió vanidosa y boba!
En busca de quien la ayudara a despojarse de las zapatillas llegó hasta un pueblo cercano donde vivía un verdugo muy conocido. Le pidió que saliera de su casa para que la ayudara.
-¿Por qué me llamas? Yo me dedico a cortar cabeza-le dijo el hombre desde el interior de su vivienda.
-Vengo para que me cortes los pies para poder deshacerme de estos zapatos. No te pido que me cortes la cabeza porque necesito arrepentirme de mi actitud vanidosa-le respondió Karen.
Cuando el verdugo salió, Karen reconoció al anciano que había hechizado sus zapatos. Este le guiñó el ojo y dijo:
-Seguro son muy buenos para bailar. Imagino se ajusten bien.
Acto seguido se acercó a las zapatillas y al tocarlas con sus dedos se detuvieron; Karen dejó de bailar. La niña aprendió la lección: nunca más actuaría con vanidad ni trataría de llamar la atención para sobresalir sobre los demás de forma negativa. Tomó las zapatillas y las guardó en una urna de cristal. Cada vez que las veía agradecía no tenerlas puestas.
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Nada. Sin comentarios. Está super chulo